La historia es quizás imposible, romántica. Mojácar es un lugar de cuento de hadas: un pueblo encalado a una imponente losa de roca, con sus casas aferradas al borde de las laderas, mirando al mar. ¿Qué mejor lugar para que nazca un genio creativo? La historia de Mojácar combina el amor prohibido, un niño huérfano, padrastros malvados e incluso la siniestra presencia de J. Edgar Hoover y sus hombres G.
Don Jacinto, el antiguo alcalde de Mojácar, contaba con frecuencia que en los años 50 se presentaron unos tipos extranjeros con trajes oscuros que querían examinar todos los archivos antiguos relativos a los nacimientos de los años 1900.
En la pared del chiringuito Tito’s, con vistas al mar Mediterráneo en Mojácar, en el sureste de España, están las fotografías de tres hombres. Uno de ellos sostiene un Oscar. El bigote, las entradas, las cejas arqueadas y los ojos almendrados pertenecen al rostro familiar de ese icono estadounidense y marca mundial que es Walt Disney.
Los mismos rasgos se repiten en una cara desconocida que aparece a continuación. El bigote es más tupido y la cara más carnosa, pero el parecido es grande, aunque la pose de caballero y la ropa formal sitúan al sujeto a principios del siglo pasado. La tercera fotografía es la de un hombre de labios finos y nariz larga, con el pelo peinado hacia atrás. Detrás de su sonrisa se esconde un rostro duro, estrecho y desgastado por el tiempo.
La historia de la calle de Mojácar es que el verdadero nombre de Walt Disney era José Guirao, hijo de un hombre con el mismo nombre y de una belleza local, una tal Isabel Zamora Asensio. Fue un escándalo para el pueblo. El padre murió joven, pero la nueva madre tenía parientes en Villaricos. Ella se fue a vivir allí, luego a Boston y acogió al hijo con una familia de agricultores de Kansas.
El cuento de Guazamara
Considera la lógica, de dónde podría haber salido semejante talento sino de este mismo rincón del encanto. La otra leyenda se trata del cuento de Guazamara, en el que la misma mujer se enredó románticamente con otro mojaquero, Pedro González Carillio, casado y padre de muchos hijos, algunos sin reconocer.
En su desgracia abandonó Mojácar y fijó su residencia en la cercana Guazamara (a unos 25 kilómetros cerca de Pulpí). En aquella época, un equipo de la televisión alemana seguía el rastro del magnate, los cuales sospechaban que el segundo relato, podría ser cierto. La bella Isabel Zamora era efectivamente de un sector del pueblo llamado El Guirao, donde pudo haber sido amante de Pedro González Carillio en su tiempo.
La madre, Isabel Zamora, se trasladó después a Murcia, luego a Valencia, y fue allí donde conoció al capitán de un barco que transportaba minerales desde Villaricos a California. Se fueron juntos, Isabel se convirtió en la criada de la casa de su patrón, de apellido Disney, que permitió al niño usar el nombre. A partir de estos puntos básicos se pueden urdir seis relatos más que dicen variantes de lo anterior.