El Parque Natural del Cabo de Gata-Níjar es un bellísimo paisaje que está repleto de leyendas muy antiguas. Es tan misterioso que hasta el origen de su actual nombre es incierto. Posee un largo y ancho de treinta y ocho mil hectáreas de tierra más otras doce mil hectáreas consideradas reserva marina.
La leyenda cuenta que, hace muchos años, cuando Almería le pertenecía a los musulmanes, un sultán escondió un tesoro en la gruta del Cabo de Gata, cerca del promontorio de la Vela Blanca, temiendo que los cristianos o los ladrones y piratas lo encontraran. Este sultán falleció antes de revelarle la ubicación del tesoro a alguien. A día de hoy no hubo testimonios de su hallazgo, por lo que se cree que sigue allí. Además, se dice que esta cueva subterránea estaba protegida por una antigua colonia de focas monje, que habitaban en el arrecife de las Sirenas. El nombre de ese arrecife nos conduce a otra leyenda. Esta cuenta que un pescador fue, como cualquier día, a pescar allí. Al sentarse y comenzar la captura, el silencio acogía el lugar. Pero, de repente, un grito estremecedor se escuchó allí. El pescador se sorprendió, pero al no volver a escuchar el ruido, regresó a su casa.
Al siguiente día, el pescador volvió al sitio para continuar con su rutina. Se volvió a sentar, cambió el cebo de la caña y escuchó de nuevo aquel sonido alarmante, esta vez más cerca. Se dio cuenta de que provenía del fondo del mar y lo observó sin pestañear. Luego de varios minutos de espera, una luz brillante emergió lentamente del agua para poder salir a la superficie. Tras la estela que se desprendió debido al destello, pudo visualizar una larga cola de pez con unas escamas plateadas. El pescador pudo notar con más claridad, gracias a la brisa del momento, a una mujer con cabello verde y aterciopelada voz. Este hombre comunicó su hallazgo mediante un texto explicando lo sucedido, aunque nadie le creyó.
No se sabe si esa historia es cierta, pero es debido a ese hecho que este arrecife posee tal nombre.
Las focas monje emitían sonidos que se asemejaban a los de un canto de sirena, atrayendo a los marineros confundidos que eran atacados por las guardianas del tesoro. De todas formas, dichas focas ya no habitan este lugar, por lo que quizás algún valiente se atreva a explorar esta cueva.