Esta famosa leyenda se sitúa en el año 1922, en el conocido Teatro Cervantes. La compañía de teatro Tudela-Monteagudo se presentó allí y ofrecía las obras más esperadas por el público. Había ciertas historias que, en aquel entonces, se consideraban poco morales, lo que aumentaba las ganas de presenciarla. Incluso habían anticipado que se verían disparos falsos y otras maravillas dentro del escenario.
Dentro de dicha compañía se encontraba Concepción Robles Pérez, una bella y talentosa actriz. Carlos Verdugo era su marido y el comandante de la caballería. Se produjeron ciertos rumores sobre un amorío entre Conchita y un actor de la obra y, debido a ello, su esposo pensaba matarla. Además, Concepción anteriormente ya había planteado un divorcio, consecuencia de los múltiples abusos de su esposo. Los empleados habían sido avisados de esto, pues así no permitirían la entrada de Carlos al teatro. De todas maneras, accedió, excusándose en querer contratar a Concepción para un trabajo. Así, luego de emborracharse, se dirigió a la parte trasera del escenario donde se encontraba su esposa, apuntando hacia su dirección. De repente, una bala atravesó el pecho de Conchita, provocando un charco de sangre. Sin embargo, el público supuso que aquello se trataba de una muy buena actuación y de unos efectos demasiado reales. Pero el encargado de la cartelería salió cubierto de sangre y anunciando que los disparos eran reales. Todos los presentes trataron de escapar de allí mientras un doctor y el director de un diario intentaron reanimarla. El comandante, en un intento de suicidarse, perdió su ojo derecho. Luego de aquella tragedia, lo hospitalizaron y condenaron a dos cadenas perpetuas.
Después de ese suceso, Jesús, un operador de cine del Teatro Cervantes, comentó que una mujer se vio reflejada en el espejo. Luego de unas semanas, volvió a ver entre las butacas a la misma mujer. Lo curioso fue que el conserje no le permitió la entrada a ninguna persona y, cuando Jesús volvió, ella ya se había ido. También la pudo ver detrás de él mientras observaba una sesión de cine. Incluso la persiguió por el proscenio, aunque se desvaneció luego de que la vieran tres personas más.
Además de Jesús, hubo otros que también notaban ciertas cosas extrañas. Manuel Tripiana, un trabajador del teatro, oía susurros, pasos, veía luces que brillaban por si solas, entre otros fenómenos.
A lo largo de los años, hubo muchos testimonios de fantasmas deambulando por el Teatro Cervantes. Y no hay que pasar por alto el hecho de que, antes de la construcción de ese edificio, se encontraba un cementerio. A día de hoy, existen personas que creen que las historias son ciertas, debido a los terribles sucesos ocurridos en el pasado.